lunes, 24 de agosto de 2009


Miguel Ángel Avilés
avilesdivan@hotmail.com

UNA HORA DE BALAZOS.
(A 15 años de aquel trágico motín…)


Le prometí a Lino que hablaría con el Director sobre su asunto y me retiré de la sala de abogados. Al fondo, comiendo cocos y saludando a los internos, Alejandro, el director del penal y el comandante observaban tranquilos los últimos avances de la construcción que albergaría a la población penitenciaria de alta peligrosidad. Faltaban quince minutos para la una de la tarde y otros diez para la llegada de la muerte que, como entró, salió de ese previsible e inolvidable martes 23 de Agosto en el Centro de Readaptación Social de Hermosillo….
-Allá anda adentro –les dije a los archivistas que preguntaban por Alejandro y, como de costumbre, me reí de ellos y ellos de mí. Luego pretendí salir del centro, pero no pude: al bajar las escaleras grises, amplias, vi a todos los custodios correr hacia el cuarto de armas y avanzar armados, sorprendidos, temerosos, dispuestos, con los ojos multiplicados, rumbo a la Ayudantía.
Las primeras gotas de plomo sobre el techo y los oídos, avisaban que la lluvia de balas no cesaría durante buen tiempo.
Corrimos al archivo casi a gatas, rascando el piso.El enfrentamiento había dado inicio. En la otra oficina, la de la Dirección General, el licenciado José Said Morúa estaba perplejo, en espera de que su presión arterial subiera hasta el tope. Todavía no llegaba el señor Tostado a regañarlo para que saliera; junto a él, algunos trabajadoras y un montoncito de internas, entre las que se encontraba la esposa del interno –y hoy occiso- Antonio Zazueta, copartícipe del intento de fuga. La dama había solicitado minutos antes la presencia del propio licenciado Morúa en el área femenil. Que deseaban hablar con él, decían insistentes, hasta que prefirieron subirlas; y ahora, frente a los hechos, en pleno zafarrancho, se mostraba apacible, sabedora, enterada, a diferencia de las demás que, atónitas, escuchaban, refugiadas en el baño, lo que afuera era ya una tragedia.
Pero algunos lo desconocíamos. Sólo la incertidumbre estaba con nosotros. Un disparo, otros más, muchos disparos, semejaban los juegos pirotécnico de un 15 de septiembre. Enseguida los vidrios y los gritos, las grietas, lo grueso. Martín intentó comunicarse con la Policía Judicial. Imposible: el tiroteo arreciaba y lo devolvió. Hasta más tarde nos daríamos cuenta de que estaba herido. Un rozón le rubricó un recuerdo en su antebrazo. Los nervios y el no saber qué pasaba, terminaron siendo un buen sedante para ignorar por un momento su mala suerte.
Jugábamos a los pronósticos. No quedaba de otra: “Aquí andan abajo”, “Los internos están armados”, “Van a subir”, “Tomaron a las internas”, “Ahí vienes pa´ca”, “¿Y Alejandro?”, “¿Y Alejandro?”, “Alejandro anda adentro”, Alejandro ya había caído. Nunca estuvo contemplado en el plan frustrado de los prófugos. Pero de pronto estaba en interiores y eso cambió obligadamente los planes de los que, a sangre y fuego, estaban dispuestos a pelarse- Aprehendieron al responsable del departamento tutelar y lo amenazaron. Lo trasladaron rumbo a la sala de guardas. Ahí también sorprendieron a la trabajadora social. Los desconcertó la aparente tranquilidad de ésta, cuando, en medio del alboroto, sólo les pidió a los presentes que le cuidaran la agenda que traía. Fue la pausa que aprovechó para zafarse de sus captores y correr, hecha la mocha, hacia los patios que dan al Departamento de Ayudantía. Para entonces, “El Cantinflas” y Alejandro forcejeaban. Mario Moreno terminó imponiéndose: un disparo en el abdomen y otro atrás de la oreja izquierda acabaron así de fácil, así de doloroso, con la vida de un hombre responsable.
Al archivo, refugio de quince desesperados, nomás llegaban el tracataca de los cuetazos y el impacto de los vidrios rotos, el swing de los disparos rozando la paredes y el intercambio de insultos y amenazas, ambientadas con palabras que los diarios acostumbran censurar: “¡Tira el cuchillo, cabrón!” “¡Suelta a la niña, hijo de la chingada!”, “¡No, mi hija no!”. De repente, otra vez la guerra: un comandante de rehén y otro dirigiendo a los custodios. Cerca de la comandancia caería otro interno. Entre los blancos están la frente de Rocío y las extremidades de su madre. El esposo reclamaba desesperado una ambulancia y el Cereso se convertía así en el territorio de sálvesequienpueda. Para colmo, otro elemento se incorporó a nuestra trinchera: “el gas lacrimógeno” que, como el humo de las hornillas, se colaba por los ojos y venía entonces el ardor y el lloriqueo. Nada sabíamos con certeza. Ni que Alejandro iba herido, ni cuántos serán los internos amotinados, ni quiénes eran los rehenes, ni… ni… entonces llegó el miedo en serio, no el miedo acobardado, “zacatón”, de “yo le corro”, sino el miedo a la desgracia, a que estuviera sucediendo lo que se pudo haber evitado, a encontrarse en la antesala de la muerte, a ver morir a un custodio que arriesgó su vida por novecientos pesos mensuales.
Aprovechamos una calma y avisamos por el interfón que estábamos arriba, que no dispararan hacia acá. Las matas de higo estaban podadas a balazos, los guardias iban y venían de un lado a otro con el rostro de un gato tras la ventana durante un chubasco, “¡Rápido, rápido!”, junto a la sala de armas, tres cuerpos, como reses, formaban un asterisco de sangre. Adelantito, pegado a la puerta principal, dos internos más convertidos en una sola mancha roja, estaban a punto de irse pa´l otro mundo. La vista se nos paralizó un momento ante la escena. Nos apuraron. Afuera, el mundo entero: altas y bajas autoridades, policías, judiciales, todo los judiciales, extraños, llantos, madres de internos, la prensa apresurando la presea noticiosa y el camarógrafa buscado una cara larga y –por desgracia- halló la mía.
Los rumores se disputan la primicia: fue por esto, fue aquél, fue por aquello. Las armas las tenían enterradas, las trajo bajo el yeso del antebrazo un interno que, días antes, estuvo en el hospital. Alejandro no tiene nada…Alejandro acaba de morir. Los antimotines entraron, los internos disparaban al helicóptero que sobrevolaba el centro, seguían armados, queman la biblioteca. Continuarán las cosas. Adentro hay más de seis muertos. La confusión no tiene pies ni cabeza.
Después vendrían las condenas. Los golpes de pecho. El dolor, de traje, que olvidarán mañana…


EL REVES (IN) ESPERADO

Miguel Ángel Avilés
avilesdivan@hotmail.com

El presidente del Tribunal Estatal Electoral y de Transparencia Informativa del Estado de Sonora, Miguel Ángel Bustamante había lanzado una papa caliente pero esta se le convirtió en un búmeran.
En conjunto todos los magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decidieron revocar la resolución que hace unos días dictó aquel y ahí viene de vuelta el expediente para que ahora si le entren con entusiasmo al fondo del asunto.
Si el tribunal que encabeza Bustamante Maldonado se sentía a salvo por la verónica que como el mejor de los toreros le había realizado a este complejo asunto postelectoral, hoy sin esquivas tendrán que agarrar a la queja por los cuernos y dentro de los nueve días naturales siguientes a partir de su notificación, habrán de dictar una nueva resolución que ahora sí atienda y declaré fundados o infundados los agravios que expresó la Alianza PRI Sonora, Nueva Alianza y PVEM así como el PRD, pues como recordarán, los expedientes se encuentran acumulados.
En un juicio normal como los que a diario hay en cualquier instancia judicial, esto no levantaría tanta ámpula ya que al fin y el cabo para eso están los tribunales de alzada, sea para confirmar, revocar o modificar la resolución recurrida. Aquí, sin embargo, las aguas políticas se desbordan, se magnifica dicha decisión y aunque no necesariamente se debiera entender como eso, para muchos significará un estatequieto de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación al Tribunal Estatal Electoral y de Transparencia Informativa del Estado de Sonora.
Así no se vale, refunfuñaría por dentro el que fuera Presidente de la CEDH.
Y es que cualquiera que se encontrará en los zapatos del Presidente del TEETI no evitaría que su frente se aperlara de un sudor frío como cuando están ante la disyuntiva de hacer… o hacer algo que sinceramente hubieras pagado por evadirlo.
Pero ya no hay marcha atrás y en esos nueve días naturales, es decir, no hábiles que pudieran hacer más largo el tiempo sino pasadito de una semana, otra vez las cámaras y micrófonos estarán dirigidas hacia el mencionado tribunal para escuchar la nueva sentencia.
Cualquiera que sea el sentido del fallo, el o los inconformes habrán de agotar sus recursos y el ya maltrecho expediente volará rumbo al
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Como hasta ahora ha ocurrido, todos-de alguna u otra forma-seremos jueces y basados en un comentario de café, en una plática desesperada y partidista, a bordo de un camión o un taxi, en casa, en las reuniones copulares o soltando nadas un vil rumor sin el menor sustento, nos adelantaremos al dictamen final y con gran soltura, diremos a quien le favorecerá el resultado final de la contienda.
Eso, no obstante, a lo mucho nos servirá como una catarsis, como un ensayo de nuestras emociones para cuando venga el último estirón y no habiendo ya nada que hacer, el triunfador y sus seguidores festinen el arribo a la gobernatura, mientras que el derrotado pero sobre todo su creador y la de sus correligionarios, se tengan que ir con el sol cuando muera la tarde.
Ahí, en ese entonces y en ese momento, es cuando verdaderamente el panorama se tornará luminoso para muchos y negro, muy negro para otros. Por que sin mas remedio, el resultado será definitivo.
Hasta ahorita, todos es esperanza y cabildeo intenso. Justas razones si ustedes quieren, pero también desvergonzadas patadas de ahogados, que no se valen.

ALEGATOS DE OREJA.

Miguel Ángel Avilés
avilesdivan@hotmail.com

Cuando las partes en un conflicto jurídico están en espera de una resolución, no se duermen en sus laureles y, antes de que esta llegue, cada una por su lado acude cuantas veces les sean posible o permitido con quien dictará la sentencia a fin de persuadirlo con sus argumentos y lograr que la causa le resulte favorable: a esto le han dado a llamar alegatos de oreja.
Estos alegatos de oreja seguramente fueron un recurso extra que utilizaron las partes de facto y las partes con interés jurídico que esperaban con ansias locas la resolución del Tribunal Estatal Electoral y de Transparencia Informativa del Estado de Sonora.
Los encargados de resolver esta o cualquier controversia, sin embargo, pueden atender a las partes en su oficina, escucharlos, brindarles un café, mirarlos a los ojos como si estuvieran muy interesados en lo que le están alegando, despedirlos con una palmadita empática en la espalda, pero el compromiso de la autoridad se restringe a atender sólo lo que está en el cuerpo del expediente.
EL TEETI, sin embargo, difícilmente se pudo haber evadido de esas influencias de las partes para resolver de la manera en que lo hizo. Por la capacidad de persuasión de aquellas o por iniciativa propia, el tribunal que preside el licenciado Miguel Ángel Bustamante no alcanzó la imparcialidad que dictan los principios fundamentales de la ley ni se sujetó nada más a las constancias procesales agregadas a la causa, sino que está excusa competencial, materializada en la citada resolución, estuvo precedida de una calculada reflexión a fin de no quedar mal ni con dios ni con el diablo y, saliéndose por la tangente, optó por declinar la competencia al TRIFE.
De esta forma, el licenciado Miguel Ángel Bustamante se evita el alto compromiso legal y ante todo político de opinar sobre el fondo del asunto y así los magistrados no se meten en un apuro ni arriesgan sus futuros personales con ninguno de los contendientes, sea con el Gobernador Eduardo Bours que aunque ya se va, habrá de guardarle hasta lo último entera devoción o sea con el Gobernador Electo , Guillermo Padrés con quien no hay que estar en descontento pues si termina por gobernar los próximos seis años como todo parece indicar, Bustamante sabe que más pronto que tarde le acabarían pasando la factura.
El sentido del fallo pues es de forma y no escudriñaron sobre la certeza o lo fundado o no que pudieran resultar los agravios formulados por el PRI y el resto de la Alianza así como por el Partido de la Revolución Democrático, mismos recursos que están acumulados en un mismo expediente.
De esta forma el TEETI se deslinda de la posibilidad de opinar sobre la inequidad y la ilegalidad del pasado proceso electoral el cual favoreció al candidato del Partido Acción Nacional, deja a salvo el capital político de sus magistrados para los años venideros, su presidente no arriesga esa “honorabilidad” que tantos dividendos laborales le ha dado y le endosa al TRIFE el encargo de dictar la última palabra en esto.
Antes que esto pasara, en las instalaciones del TEETI, en un subrepticio lugar o a través de una línea telefónica los alegatos de oreja estuvieron al por mayor y cada parte del proceso y cada interesado políticamente en esta contienda y en lo que ocurra próximamente en el Estado de Sonora, hicieron su luchita para que el arbitro los favoreciera con el sentido de su resolución.
Lo podrán negar, pero nos atrevemos a apostar que en este ejercicio de persuasión que se lleva a cabo a través de los alegatos de oreja, participaron en forma directa o indirecta , no sólo las partes que legítimamente tienen intereses jurídico en los recursos de quejas interpuestos que suelen hacer este tipo de alegatos, sino también las dirigencias nacionales de cada partido, las dirigencias estatales, sus propios abogados, los respectivos candidatos por sí o por interpósita persona, y desde luego el gobernador Eduardo Bours quien sin duda en esto se morirá en la raya con mayor apasionamiento incluso que el propio candidato, Alfonso Elias Serrano quien en tal disputa se oferta como el más agraviado pero curiosamente es el menos que aparece en escena, como si fuera un simple actor de reparto.
Por lo pronto pues, ese voluminoso expediente será remitido al TRIFE y mientras esta autoridad emite una resolución sea en el mismo sentido o de fondo, hasta ella llegarán de nuevo los interlocutores respectivos, con cara larga o con sonrisa amplia pero dispuestos a formular esos esperanzadores alegatos de oreja que al final de cuentas todo parece indicar que, en el caso que nos ocupa, y dejando a un lado las evidencias que arrojan las constancias procesales, son los que más están pesando.