viernes, 2 de julio de 2010

EL TRANSPORTE URBANO Y EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO

Miguel Ángel Avilés
avilesdivan@hotmail.com

Los concesionarios del transporte urbano tienen secuestradas a las autoridades que debieran meterlos en cintura.

Este secuestro no es de ahorita, ni desde meses atrás en que estos bribones hicieron la mas reciente solicitud de aumento a la tarifa. Este secuestro ya lleva años, muchos años.

Sexenios van y sexenio llegan y los tunantes, cebados como están desde el día que le tomaron la medida a los que con la ley en la mano debieran de traerlos cortitos, se han aprendido muy bien el camino y por eso, cada vez que quieren, anuncian sus peticiones y amenazan con hacer esto o aquello si el Estado no los complace con el alza o un buen subsidio a manera de rescate.

Pero este secuestro ha sido tan duradero que las víctimas, en este caso las autoridades del transporte tal como lo son el Titular del Poder Ejecutivo, ósea el gobernador; El Congreso del Estado, para la autorización de tarifas cuya facultad como papá caliente quiere declinársela al Gobernador; el Secretario de Infraestructura Urbana y Ecología que hasta ahora no cumple con su obligación de informar al congreso que los concesionarios hubiesen cumplido las condiciones fijadas en 2006; el Titular de la Unidad Administrativa competente de la Secretaría de Infraestructura Urbana y Ecología; Los Delegados Regionales de Transporte; y Los Inspectores de Transporte del Estado en lo que se refiere al ámbito estatal y Los ayuntamientos de los Municipios del Estado o la Dependencia que los mismos determinen y Los Inspectores de Transporte Municipal en lo relativo al ámbito municipal, parecen estar padeciendo ya el Síndrome de Estocolmo.

Este síndrome es definido como una reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro o persona retenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con quien la ha secuestrado. En ocasiones, dichas personas secuestradas pueden acabar ayudando a sus captores a alcanzar sus fines o a evadir a la policía.

Esto justamente parece estar pasando entre autoridades y concesionarios, pues de acuerdo al trato que estos reciben por parte de los primeros, no se aprecia que los quieran reprender con las sanciones que prevé la ley luego del desafío que le hicieron con el reciente paro camionero o los desacatos a las obligaciones impuestas como condición cuando fueron autorizadas las actuales tarifas, o las pugnas taberneras que se cargan los dos principales cárteles que agrupan a los concesionarios, o las constantes excesos que ameritarían el retiro de la concesión o el negarse a prender los aires acondicionados.

No, no se ve por ningún lado la fuerza del Estado, por el contrario lo que existe es una vil condescendencia hacia esto señores y, como en el síndrome de Estocolmo, también se observa tanto en el rehén o la víctima (las autoridades del transporte) como el autor del delito(los concesionarios) que ambos persiguen la meta de salir ilesos del incidente y por ello cooperan entre sí. Los rehenes (las autoridades del transporte) tratan de protegerse, en un contexto de situaciones que les resultan incontrolables por lo que, desdeñando el interés público, tratan de cumplir los deseos particulares de sus captores. (Los concesionarios).

Con lo anterior no nada mas se es omiso dejando que estos hagan y deshagan sin recibir sanción alguna, sino que además se pisotea el interés público y social que la Ley que regula este servicio tutela, el cual, como la misma lo señala, se define en los principios básicos siguientes:

I.- El transporte en general, es de los factores fundamentales que promueven el desarrollo productivo, económico y social de la Entidad, de lo que deriva la responsabilidad del Estado y los Municipios, asegurarse preste con la eficiencia y eficacia que demanden las necesidades de la población, debiendo al efecto, proveer por cuantos medios estén a su alcance, las medidas y acciones que garanticen su desarrollo;

II.- El transporte colectivo de personas, es el medio de traslado mas usado diariamente por la mayoría de la población, con el propósito de ocurrir a los centros de trabajo, de prestación de servicios educativos, salud, comercio, recreación, entre muchos más, significando la fuente y vida de la actividad económica y social de la entidad, de lo que deviene, que este servicio sea básico y de primera necesidad para la sociedad sonorense, por tanto, la trascendente e ineludible responsabilidad del Estado y los Municipios, en las respectivas esferas de su competencia, de velar y preservar que el servicio público de transporte se preste en forma continua, uniforme, regular, permanente, segura, digna y acorde a las exigencias de la actividad social y productiva de la población, cuidando que el medio ambiente, la ecología y el patrimonio cultural e histórico de los sonorenses no sea afectado;

III.- Los usuarios del servicio público de transporte, son los destinatarios de la prestación de este servicio; por lo que es imperativo que sus necesidades de traslación, forma, condiciones, calidad, accesibilidad y oportunidad sean el centro y punto de partida del Ejecutivo del Estado y de los Municipios, en las esferas de su competencia, para planear, organizar, ejecutar y evaluar la prestación del servicio público de transporte; acogiendo tal premisa esta Ley para establecer y garantizar los derechos y obligaciones de los usuarios del servicio; y

IV.- El Servicio de transporte público que tiene derecho a recibir el usuario, debe estar fincado en el pago de una cuota o tarifa justa y razonable, que conjugue el interés del destinatario del servicio, con la inversión y costo de la prestación; en caso que se concesione, el Estado debe garantizar al concesionario, la ganancia mínima que haga económicamente redituable la prestación del servicio, sin perjuicio de su obligación de salvaguardar los principios antes consignados y evitar que se generen prácticas monopólicas o de concentración por los concesionarios de este servicio público. “


Ya hemos dicho hasta el cansancio que jurídicamente no es posible autorizar el aumento a la tarifa y no sólo eso, sino que la actual no debería de operar ya que nunca se cumplieron con los requisitos que el propio Congreso del Estado les impuso el 10 de Junio de 2006. Esto parece ignorarlo o lo pasa por alto la actual presidenta de la Comisión del Transporte Eloisa Flores quien a la fecha, aun teniendo suficientes herramientas legales con que apoyarse como lo es sobretodo el incumpliendo a todas las obligaciones que le impuso el mismo congreso al que pertenece, no ha tenido el talante para ponerle punto final a este problema a través del cabildeo del dictamen que debiera hacer y en el cual se niegue la petición que hacen los concesionarios.
Este sortilegio que logran los concesionarios con nuestras autoridades para conseguir subsidios y una sospechosa tolerancia frente a sus tropelías es algo así como la escenificación de aquel beso que se dieron una de las rehenes y uno de sus captores a manera de despedida luego de la liberación después de tenerlos algunos días retenidos a raíz del asaltó el Kreditbalken, de Estocolmo Suecia cuyo hecho sirvió para bautizar así a esta conducta.

Lo que uno teme es que en este caso de enamoramiento entre las autoridades del transporte hacia sus captores los concesionarios este ocurriendo algo muy parecido a lo que sucedió con Patricia Hearst, aquella mujer perteneciente a una acaudalada familia de San Francisco California, patricia Hearst, que en 1974 fue secuestrada por un grupo guerrillero pero dos meses después fue fotografiada con un rifle de asalto durante el atraco de una de las ramas del banco Hibernia y mas tarde se supo que se había comprometido con las ideas del ejercito que la secuestró, ocurriendo así un caso extremo del síndrome de Estocolmo. Casi como algo conciente, casi como un convencimiento.

Traducida a nuestro conflicto camionero sería algo así como si de pronto, ciertos personajes políticos que hoy son autoridades del transporte, aparecieran de pronto en forma directa o indirecta gracias a un prestanombre, como uno de los tantos favorecidos con una o varias concesiones y mas comprometido con este grupo que con el interés general que deseamos los usuarios, razón suficiente para entender porque siempre han sido tan blandos

Aunque viéndola bien, eso no sería un caso extremo del síndrome de Estocolmo como el que sufrió Patricia Hearst. Eso sería complicidad a secas y un vil cinismo.