jueves, 4 de noviembre de 2010

JOSÉ GUADALUPE POSADA

Miguel Ángel Avilés
avilesdivan@hotmail.com

“Posada fue tan grande que quizá
un día se olvide su nombre”

Diego Rivera

(Aguascalientes, 2 de Feb. de 1852 - Ciudad de México, 20 Ene de 1913)

Solitario y sin recursos fue enterrado en una tumba de sexta clase del panteón de Dolores, quien muriera en una humilde vecindad de la parte vieja de la metrópoli ubicada con el número 6 de la calle de La Paz: José Guadalupe Posada.

Nació, vivió y murió en la miseria, dice su biógrafo Antonio Rodríguez, pero tan extensa e importante fue su obra que es indispensable recurrir a ella para trazarnos una imagen viva que todavía palpita y puede estar vigente de fin de siglo antepasado y principios del anterior.
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Mediante sus textos y grabados que los ilustran es posible hacer una reconstrucción de hechos de esa bella sociedad y trasladarnos a ese episodio de la historia de México caracterizado por pretender embellecer todo aquello que no era pero que permitía a las damas elegantes de su tiempo pasar por la calle de Plateros como por un salón, y a don Porfirio inaugurar modernas y cómodas penitenciarias con el “aplauso de la gente”.

¡Qué similitud con la época actual! y quizá por eso hayan nacido ahora excelentes caricaturistas y moneros que con su punzante ironía en sus carteles, han sabido, a manera de homenaje consciente o inconsciente a Posada, registrar todas las pulsaciones de la vida política, económica y social de estos tiempos.

Posada, hijo de humilde panadero, alimentaba a diario “el espíritu guasón y mordaz del pueblo mexicano”, pero no únicamente para provocarle la carcajada sino además para despertar su inquietud y sacudirlo. Satirizó a los hacendados, a los hambreadores, a los falsos ministros de Dios de los cuales sigue habiendo muchos, y hasta a el omnipotente dictador.

Por eso el hidrocálido se caracterizó, junto con el editor Antonio Venegas Arroyo, por ser un periodista crítico de la sociedad en que vivía y por el fiel compromiso que tuvo con su pueblo.

Posada se caracterizó también por sus calaveras con las cuales estocó a los poderosos, a los ricachones, a los sabihondos, en fin a todos los que por una u otra razón se creían superiores a los demás, dejándoles claro “que sus privilegios son fugaces y que pronto se esfumarán”.

Sus calaveras -esa especie de epitafio humorístico, caustico, corrosivo, en forma de versos principalmente octasílabos y con rima, dedicado el día de difuntos sobre todo a los gobernantes… y a los que se pueda- llevaban siempre esa burla, esa ironía, esa irreverencia hacia las costumbres y conductas elitistas del momento. En ellas y en general en toda su obra, la advertencia va sobre todo dirigida a la gente del poder.

Por eso ahora no es posible concebir una calavera sumisa, débil, piropera, fofa, ñoña, sin rima ni métrica y, peor aún, cómplice de quienes quieren ocultar una realidad que en mucho se asemeja a la que vivió Posada. Pero esto no lo entienden algunos diarios que invitan, convocan a realizar calaveras, pero abajito, como advertencia, piden que no sean ofensivas, cercenando así toda la obra de Posada.

Y es que este artista libre, jamás orquestador de nadie, pudo jugar ampliamente con su obra y estirarla hasta donde él quisiera sin posibilidad de que un coqueteo oficial lo limitara. Su trayectoria y su profunda sensibilidad social navegaron de lado a lado, siempre ajenas al periodismo cooptado.

Tal vez por esa razón, en una fosa común del panteón de Dolores y acompañado sólo de tres amigos, fue sepultado con la humildad que caracteriza a los grandes. Nunca nadie reclamó sus despojos y, como dice con mucho tino Antonio Rodríguez, se volvió una simple calavera del montón…

lunes, 1 de noviembre de 2010

DELITOS DEL FUERO COMÚN...Y CORRIENTE

Miguel Ángel Avilés
avilesdivan@hotmail.com

Hay delitos del fuero federal y delitos del fuero común. Uno y otros, en su respectiva competencia, están siendo combatidos con ferocidad por cada uno de los actores involucrados en perseguir y sancionar estos delitos. Nos dicen.

Si nos atenemos a las declaraciones del señor Presidente de la República y sus subalternos y a los cantos de victoria de cada uno de los gobernadores y sus mandos que tienen encomendadas por ley esa tarea, es cuestión de días para que en este país reine la paz y el orden. Si nos atenemos, dije.

Hay otro tipo de delitos cuya persecución e investigación para esclarecerlos son nulos. Estos delitos son los mas, los de a diario, los que de pronto, al pensar que aquellos, los primeros que mencioné, son los únicos que existen, se han vuelto invisibles o sin importancia alguna dentro de la agenda de la procuración de justicia y duermen el sueño eterno entre los copiosos bultos de expedientes sin que no haya avance y, por ende, no haya resultados efectivos en las indagatorias.

Estos los padecen los de a pie, los de infantería, el señor y la señora que sufrió un menoscabo en su patrimonio austero, los que, sin deberla ni temerla, todos los días salen de sus casas a trajinar porque de ello depende el sustento de una familia y que al regresar encontraron su casa vacía como consecuencia de un robo, cometido no por un delincuente habitual que por andar bajo los influjos de lo que se metió esa noche es “atrapado” gracias a la efectividad de los guardianes del orden, sino por dos o mas sujetos que delinquen a sus anchas sabedores que nadie investigará ese hecho o que, de plano, son protegidos por quienes deberían aprehenderlos.

Este tipo de delitos que no los registra ninguna disposición legal como tales pudieran identificarse, para distinguirlos de los del fuero federal y fueron común, como los delitos del fuero común…y corriente.

Quien ha corrido con suerte y no ha sido victima de algún atraco y por lo tanto no ha tenido la necesidad de ir a presentar una denuncia, puede que no entienda bien a bien de que estamos hablando.

Pero Pedro, María y José, por citar algunos nombres que representan a la impotencia y a la desesperación(es decir, al encabronamiento) si lo saben. También lo sabe mi amigo Juanito, un ingeniero que hace su lucha a través de diversas formas lícitas para vivir y que hace un par de meses le robaron un material que había dispuesto venderlo para sacar unos centavos.

Y lo sabe don Antonio, ese hombre de bien y de edad madura que desde el pasado mes de Agosto presentó una denuncia en la Agencia Séptima del Ministerio Público del fuero común (y corriente) por el delito de robo de herramienta diversa, extensión eléctrica, el tanque de gas con todo y regulador y conexiones y varios objetos mas que en su momento enlisto cuando fue a esta Agencia.

Ni Juanito, ni Don Antonio, ni seguramente muchos más, han obtenido respuesta pronta y favorable por cada una de las autoridades investigadoras que atendieron sus denuncias. Juanito, se ha convertido en Ministerio Público de facto, buscando por aquí y por allá quien pude haberse llevado sus cosas, porque el Ministerio Público oficial y sus hombres a su mando, no han investigado nada.

A don Antonio por poquito y le piden que vaya por esos responsables, de con su paradero, recupere sus cosas y, si no es mucho pedir, les lleve atados de pies y manos a quien entraron a robar a su casa.

Esto lo he sabido porque han tenido la confianza de contármelo y por que en ellos nace la irritación de quien se ve ignorado por una procuración de justicia cada vez más descuidada.

También lo he sabido porque una vez y otra, me he topado en los pasillos de las agencias ministeriales con gente que va y que sigue yendo sin que el servicio público que le habría de garantizar todos sus derechos como víctima, lo ignora, los trata con desdén, con altanería y, peor aún, los conduce al desaliento y a la muy entendible decisión de no volver a denunciar un delito jamás.

Por esa y tantas razones opté por no ir corriendo a denunciar que, en esta ciudad, la mas segura del noroeste, el pasado jueves, casi después del medio día, se metieron a mi oficina que en esos momentos se encontraba sola y, sin que pudieran ser detectados por el famoso avión sigiloso, se llevaron una computadora portátil que aun debemos y que era una de las pocas herramientas de trabajo de las que, con algo de esfuerzo, no hemos podido ir haciendo para consolidar un camino y una apuesta profesional que no ha sido nada fácil.

Mi decisión de no denunciar no es una incongruencia si se me trata de decir que al final de cuentas eso hago a diario cuando se requiere en un asunto que corresponda a mi trabajo. Es, por el contrario, la lógica conclusión a la que arriba uno cuando ha estado cerca de la escasa voluntad que existe por componer esto y sabe lo que pasa a la hora de investigar estos delitos comunes y corrientes en esa realidad aparte que comprende esa tan aboyada imagen que, sin excepción partidista, representa para muchos la procuración de justicia en Sonora y en todo México.