martes, 12 de enero de 2010

FRASES CELEBRES

Miguel Ángel Avilés
avilesdiván@hotmail.com
Cuando estábamos en la primaria era común que los maestros nos hablaran con orgullo de las frases celebres que nos habían legado para la posteridad los hombres y las mujeres ilustres que nos dieron patria.

Si nos aprendíamos la frase, el mentor se daba por conforme cual si nos hubiéramos aprendido de pe a pa la biografía de estos insignes personajes fuesen de la independencia o fuese de la Revolución Mexicana y con ello era un hecho que la materia estaba pasada.
Sobre esta gente a lo mucho nos decían donde y cuando nacieron, donde, cuando y como murieron, que frase célebre se habían aventado y párale de contar.

Pocas veces supimos que mas hacían: si a Guerrero, Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, la Corregidora, los Hermanos Serdán, a Juárez, a Lerdo de Tejada o a Madero, Villa, Zapata, Carranza, Obregón les gustaban los huevos estrellados o revueltos, si padecían insomnio, si les pagaba migraña (a Morelos sí, dicen) si roncaban como leones o dormían como bebés, si alguno estaba enfermo de almorranas, si otro era un glotón o tenía un platillo favorito, si se engorilaban cuando pisteaban, si sufrían estreñimiento, si cuando niños jugaban a las muñecas o a las escondidas, a los trastecitos fueran indistintamente hombre o mujer, si eran unos lirones para las siestas, si tenían un doble frente a espaldas de su esposa o de su esposo, si se levantaban tardísimo o eran de los que ya andaban parados nomás se asomara el alba, si alguien eran piromaniaco o sonámbulo o mitómano o cleptómano (bueno, de estos últimos hasta la fecha hay muchísimos), si practicaban algún deporte, si les gustaba sopear el pan en el café, si les gustaba bañarse a diario o eran medios ariscos para eso del shower, en fin.

Pero esto poco importaba; la idea que nos vendieron de toda esta gente es que eran gente omnipotente, casi sobrenatural que habían llegado a este México a dejarlo rechinando de limpio en su desarrollo, en las condiciones de vida de la gente, en su defensa contra cualquier amenaza extrajera.

Cual si en ella se condensara toda su obra, estos valerosos personajes fueron conocidos, por el común de la gente, más por una frase en particular que según dijeron que por el resto de lo que hicieron o dejaron de hacer en su paso por esta vida.

El respeto que se les guardaba, se lo ganaron a pulso porque, para bien o para mal, sus actos públicos en pro de la nación para bien o para mal, jugaran en el bando de los rudos o los técnicos, lograban trascender al grado de tatuarse para siempre en la historia de México.

Esas frases nacían de la sapiencia, del arrojo, del compromiso nacionalista, del amor por México, de la excelsitud y sobre todo del alto coeficiente intelectual de su autor. Eran palabras que tenían la magia de envolver un acto de lealtad y valentía.

Con el pasar de los años, el control de calidad se fue perdiendo y poco a poco los pensamientos de la clase política fueron careciendo de finura. Las actuales frases, lejos de pedirle a las nuevas generaciones de escolapios que se las aprendan, hay que hacer todo lo posible por que las olviden.

Sí le echamos un ojo a los libros, nos encontramos con notables, frases de antaño como, por ejemplo, “La patria es primero” de Vicente Guerrero, (aunque dicen que, encabronado con su españolizado papá, la frase completa fue: “Señor, usted es mi padre, pero la patria es primero”); “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” de don Benito Juárez García (a quienes algunos niegan su autoría); “Si tuviera parque no estaría usted aquí”, atribuida al general Pedro María Anaya, en su momento presidente de México en sustitución de Antonio López de Santana; “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” de Porfirio Díaz; “Para servir a la patria nunca sobra el que llega ni hace falta el que se va” de Venustiano Carranza; “Las ideas del filósofo apoyan la acción política del hombre”, de José Vasconcelos; y claro, aquella de "Levanten esas armas, ¡Los valientes no asesinan!", famosas palabras que saliera del liberal y gran escritor mexicano Guillermo Prieto. Las dijo al interponer su cuerpo entre el presidente de la República Benito Juárez y los soldados de la guardia del sublevado Félix Zuloaga, quienes pretendían fusilarlo. Cuenta don Guillermo en sus memorias que él prosiguió la defensa con la palabra, sin saber lo que decía y, con un involuntario tono alburero, culminó así: "Si quieren sangre, bébanse la mía". Cuentan algunos historiadores que algunos miembros del pelotón lloraron y le pidieron perdón a Benito Juárez, quien siguió con vida, y con él, el férreo liderazgo que permitió la restitución definitiva de la República en la segunda mitad del siglo XIX.

Estas son apenas algunas de las memorables. No nos alcanzaría este espacio para citar otras tantas por el estilo.

Lamentablemente la inspiración de nuestros gobernantes se vino a pique y cuando menos pensamos las frases fregonas eran cosa del pasado.

Con los siguiente tres presidentes ya se dejaba ver cierta cursilería demagógica y ya no se sabía si su frase era una adivinanza o una porra. Adolfo Ruiz Cortines: “Todas las libertades menos una: la libertad de acabar con las demás libertades”; Adolfo López Mateos: “A mi izquierda y a mi derecha está el abismo. Yo soy de extrema izquierda dentro de la Constitución”; Gustavo Díaz Ordaz, “La calumnia no me llega, la infamia no me toca, el odio no ha nacido en mí”.

Así, en un abrir y cerrar de ojos llegaron los 70´s y Don Luís Echeverría Álvarez ya estaba en el trono para legarnos palabras tan profundas como esta: “Ni nos beneficia ni nos perjudica... sino todo lo contrario”. Luego vendría el insigne José López Portillo para lucirse con aquella de que “Defenderé el peso como un perro”, sin precisar tan siquiera la raza de perro que escogería para defender nuestra moneda pues no es lo mismo asumirse como un iracundo pit bull que como un inofensivo chow chow.

Esto, definitivamente, fue un parteaguas porque de ahí pal real todo fue sandez y ocurrencia. La bobería cundió como epidemia y hasta la fecha es hora que la frivolidad no desaparece de la boca de los políticos.

"Ni los veo ni los oigo" “Los candidatos con los candidatos y los ex presidentes con ex presidentes” “Tengo menos amigos de los que dicen y más de los que esperaba" “No se hagan bolas”, son algunas de las profundas frases que puso en circulación el prestigioso Carlos Salinas de Gortari.

“El que se mueve no sale en la foto”, afirmaría sabiamente Fidel Velásquez.

“Me dieron una hermana de usted, compañero. A mí nadie me da línea” “El chiste no es orinar sino hacer espuma” “El único amigo que uno puede tener es un peso en la bolsa” inscribiría con grandilocuencia Leonardo Rodríguez Alcaine.

Y así vendrían más y muchos más tanto en el plano Nacional como Estatal. Este espacio sería interminable si voy citando uno por uno.

Pero vale la pena alargarnos otro poquito, pues sería ingrato pasar por alto las frases que a partir del 2000 nos han compartido los principales actores políticos.

Esta nueva generación sin duda la encabeza Vicente Fox: “Superáremos estos obstáculos y dejáremos atrás a alacranes, alimañas, sanguijuelas, tepocatas, víboras prietas y demás arácnidos que se atraviesen en el camino”; “Yo sí necesito mi pensión porque no he robado, yo sí la necesito, de eso vivo (...), porque regresar ahorita a buscar chamba está cañón, está grueso”; “No hay duda de que los mexicanos están haciendo trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer”; “Ahora sí me siento cargando la piedra del Pípila”; “Necesitamos la varita mágica de Harry Potter”; "Sí hice muchas travesuras de chiquito y las ando haciendo también de Presidente”; “Pemex es igual a la Virgen de Guadalupe, son símbolos para los mexicanos que deben manejarse con mucho cuidado”; “Ya hoy hablo libre, ya puedo decir cualquier tontería, ya no importa... Total, yo ya me voy”.

A Fox le seguiría los pasos Santiago Creel ex secretario de Gobernación: “En México ya no hay intocables” “¡Que se defienda como hombrecito!” “Los invito a dejar atrás... la cultura del sospechosismo”.

Roberto Madrazo no se quiso quedar atrás y pronunció: “Hasta piensan que las mujeres son lavadoras. Las mujeres no son lavadoras aunque lo parezcan” “El único que puede derrotar al PRI en 2006 es el propio PRI”.

“El que se va, se calla” atinaría a decir por su parte el ex secretario de Gobernación Francisco Ramírez Acuña antes que se fuera el mismo.

En el plano de la llamada oposición y cuando lo que queda de la izquierda aún lo trataba como si fue una epifanía, Andrés Manuel López Obrador, los representó muy bien con estás: “no hablo inglés, además para eso va a haber traductores, además me da tiempo pa' pensar” “A mi denme por muerto” “Soy indestructible”, “¡Cállate Chachalaca!”.

Hay algunas de este sexenio que no se si son amenazas o nos están terapiando para lo que vendrá después, como esta de Felipe Calderón: “O actuamos ahora o perdemos a México”.

Él mismo agarra aire y retorna a la casa de la risa con estas: “Paulatinamente hemos recuperado el imperio de la ley”. “Nuestras metas son claras: Recuperar la seguridad, combatir la pobreza y crear empleos para los mexicanos".

Creo que ya es hora de que vayamos haciendo una criba con todas estas frases y estos cien y doscientos años, pueden ser el mejor pretexto, la más apropiada coyuntura para quedarnos con sólo aquellas que de verdad merezcan la pena grabarse con letras de molde, de oro y de sol.

Compatriotas: urge un control de calidad al respecto y si creen que exagero, aquí les dejo como muestra este botón, a cargo de Rafael Acosta “Juanito”: “¡Viva México, viva Iztapalapa! ¡Viva mi abuelita!”

Por lo pronto, ni hablar: ¡que Vivan!

* Escucha de lunes a viernes el programa de radio Sicofante (www.sicofante.com), transmitido desde Pensilvania por el escritor mexicano Alejandro Ramírez Arballo a partir de las 8:00 de la noche tiempo del pacífico.

miércoles, 6 de enero de 2010

Mi amigo Luís y nuestro idioma

Miguel Ángel Avilés
avilesdiván@hotmail.com
Mi amigo Luis, que es maestro universitario y mejor persona, me regaló el libro Los 1001 años de la lengua española del autor Antonio Alatorre. Aunque mi amigo Luis lo niegue, yo estoy seguro que en el fondo me lo dio para que por fin, con la ayuda de este ejemplar, yo aprenda a escribir bien o para que no cometa tanta barrabasada con el lenguaje cuando estoy escribiendo.
Alatorre narra la historia de la lengua española en un libro no técnico destinado a lector de la calle, el lector general, al que compra libros sin otra finalidad que leerlos.

Luis suele conversar con pasión sobre este tema; es especialista en lingüística y sin percatarse quizá o reservándose el cobro de sus honorarios para cuando yo ya quede pulidito, algo muy, muy difícil, me ha compartido muchos de sus conocimientos al respecto.

Tengo muchos más amigos, quizás más de los que merezco y de todos tengo algo que contar. Por ejemplo, tengo una amiga, de la cual obviamente no diré su nombre, que un día me la encontré y me salió con la novedad que se iba para el otro lado a perfeccionar el inglés. Al escucharla, yo, con toda inocencia, le sugerí que porque mejor antes no se quedaba aquí en México a perfeccionar primero el español.

No creo que la causa haya sido este comentario pero desde entonces mi amiga no me ha vuelto a buscar para confiarme algo. No sé si atendió mi sugerencia o si ahora es toda una políglota; al que si he seguido viendo es a mi amigo Luis y cada vez que lo hago casi lo termino agarrando del brazo para que no se vaya porque las conversaciones con él, las cuales siempre están salpimentadas con un gran sentido del humor, se tornan muy interesantes. Claro, por lo que dice Luis, no por lo que digo yo.

Me lo encuentro entre el departamento de blancos y carnes frías de una cadena comercial, o en un café o en su fuente de trabajo o en una reunión de sano esparcimiento y hacemos (hace él, más que nada) un análisis lingüístico de algún tema vigente de la nota roja, o lo someto a científico interrogatorio sobre un tema que por ahí yo traiga pendiente en relación a lo que él sabe, o recojo de él lo que para mí son novedades conceptuales como pudiera ser el significado de idiolecto, entonación, idiotismo o cualquier otro giro o expresión idiomática; me sugiere un libro (de seguro, con la misma intención que comentaba al principio), o le pongo a consideración alguna idea o algún texto literario de mi autoría; o se sumerge en las variantes dialectales del español o me cuenta sus experiencias como maestro de latín, porque también sabe un resto y ha dado clase de latín (aunque debo de aclarar que las charlas que tenemos él y yo siempre son en español).

Una vez estábamos entrados con cualquiera de estos temas, y contagiados tal vez por Alex Grijelmo, hacíamos una defensa apasionada del idioma español.

Citemos para contextualizar, que este autor “defiende el idioma español frente a las amenazas y ataques que sufre: la fuerza invasora de lo anglosajón, los problemas que afectan al sistema educativo, la extensión de las nuevas tecnologías y el mal uso que a menudo hacen de él los hispano-hablantes. Una reivindicación del español, pero no a costa de otras lenguas sino en diálogo enriquecedor con todas ellas.”

Palabras más, palabras menos, eso mismo dijo Luís pero a su manera. Por ejemplo, Licenciado, dijo, refiriéndose a mí, porque así me dice: “para ingresar a ciertas escuelas, te hacen examen y te exigen conocimientos mínimos del inglés, pero nunca te hacen un examen para evaluar tus conocimientos sobre el español, nuestro propio idioma.”

Luis tiene razón y no hacen ese examen quizá porque en su optimismo educativo las autoridades dan por hecho y están convencidísimas de que todos lo dominamos a la perfección, lo cual no es cierto y como prueba tenemos esta columna y cualquier pronunciamiento de cualquier representante popular cuando lo entrevistan.

Con todos sus doctos comentarios y sobre todo con ese último, sumado al reciente libro ya mencionado que me regaló, Luis otra vez me ha dado una gran lección de vida e indirectamente me ha orillado a que yo tome una decisión con carácter de irrevocable que se las resumo así:

Resulta que hasta estas alturas de mi existencia siempre he sido extremadamente bruto para aprender el idioma inglés y tal vez los estudiosos de la programación neurolingüística dirán que predispuse a mi mente, pero ni los maestros de la secundaria, ni Ingles Sin Barreras, ni Harmon Hall, ni mi sobrina Arely pudieron hacer algo por mí. Al respecto pues, no tengo remedio. Me rindo.
Pero Dios sabe porque hace las cosas (lo que no entiende es porque nosotros las echamos a perder), así es que si ya no daré ni un paso en el aprendizaje del inglés, entonces, como reto para este año que comienza, haré lo posible, subrayo lo po-si-ble por aprender lo mas que pueda el idioma español y, como sugiere Grijelmo, se los advierto, lo defenderé apasionadamente.

Sé que buena parte de esta colosal tarea que me he propuesto, ya lo hace la Real Academia Española, ese organismo que se dedica a la elaboración de reglas normativas para el idioma español y a trabajar por la unidad del idioma español en todos los territorios en los que se habla, pero no está demás que cada uno de nosotros le demos su ayudadita.

Usted, incluso sin proponérselo, lo puede hacer. Ya ven a Cantinflas quien con su idiolecto, es decir, con su muy personal forma de hablar, aportó, creo que sin intención, el verbo cantinflear, una palabra que fue reconocida por la Real Academia de la Lengua Española en 1992 y que puede consistir en el expresarse con frases, o palabras incoherentes, incompletas o fuera de orden, ya sea para intentar confundir o convencer a otros de que él tenía la razón aún cuando no necesariamente fuera ese el caso o el hablar sin parar, soltar frases inconexas de manera convincente, dar vueltas a un mismo asunto, pero sin terminar nunca de explicarlo.

Ándele: así como la redacción de esta columna o como cuando habla Manlio Fabio Beltrones, o Chucho Ortega o Cesar Nava o Gómez Mont.

Exacto: como cuando Felipe Calderón nos expone, en cadena nacional, la situación actual del país.

Pero el diccionario de la RAE se está modificando constantemente y siempre está a la espera de propuestas de adición, supresión o enmienda que se quieran hacer a través comisiones académicas.

¿Que esperamos? El México de los últimos años, específicamente en lo que se refiere a nuestro gran flagelo como lo es el narcotráfico, ha acuñado palabras que, por lo reiterado de su uso diario en los medios de comunicación o en boca de nuestros gobernantes, ya son comunes, tanto que a lo mejor ya merecen proponerse ante la RAE para que se oficialicen.

Yo, por ejemplo, sugiero estas: encobijar, empozolar, entambar, enteipar, encajuelar, narcomensaje, narcomanta, levantón.

Ustedes y desde luego mi amigo Luís, deben de tener otras. Sé que harán conmigo una defensa apasionada de nuestro idioma español.

Ahí poco a poco, como lo quería hacer mi anónima amiga con el inglés, ya verán que lo iremos perfeccionado. Esperaré propuestas pero de antemano, mis amigos, thank you very much.