jueves, 2 de abril de 2009

ELECCIONES: LA MARCA y el producto…

Miguel Ángel Avilés
avilésdivan@hotmail.com

En el límite de sus ambiciones políticas y en un acto desesperado de empotrarse por otros tres años más en los retablos del poder, los candidatos a un puesto de elección popular han desdeñado las ideas, si es que las tienen, y prefieren ofertarse ante el electorado como desechables bolsas de jabón.
A casi tres meses de que llegué, para ellos, el día cero, han arribado a la palestra pública no como los hombres y mujeres con preclaridad de gente pensante y resuelta a construir una plataforma de su posible trabajo en caso de que el voto les favorezca, sino a ofrecerse seductoramente como una objeto de consumo que después de estar en el aparador de cualquier miscelánea es adquirido por el que se dejó envilecer por sus supuestas cualidades.
Sin percatarse del hartazgo de la gente o simulando no verlo, estos personajes han brotado desde su intrascendencia y hoy están aquí sobresaturando el inconsciente colectivo e individual para alcanzar su más preciado objetivo: triunfar en el proceso que se aproxima y después recluirse en las bondades de su encargo y olvidarse por completo de toda promesa empeñada.
Pero no vienen a nosotros tintos en sangre, ni exhaustos como consecuencia de haber ejercitado su inteligencia, ni con un documento final que hubiese diagnosticado la situación que el común mortal padece y desde luego sus posibles soluciones. Están aquí, sumergidos en el mar de sus ocurrencias y confiados en la inercia de sus improvisaciones.
Debido a esto y convencidos de que van por el buen camino, no repararan en la desilusión que nos causan, porque, según sus cuentas eso llegará después, sino que ahora están en el tablado, huecos de aptitudes pero abastecidos de un arsenal de frivolidades mercadológicas para maravillarnos con sus suertes, con sus vivezas, con sus trucos, con sus chistoretes ramplones, con su humor fácil, con sus piruetas verbales cual si fueran unos bufones de limitado talento y nuestra dignidad ciudadana fuera una muchedumbre consumidora contumaz y empedernida.
Recientemente, el actual candidato a la Presidencia Municipal de Hermosillo por el PRI, Epifanio Salido Pavlovich onanistamente se autocomplacía afirmando que en su persona había marca y había producto. Esta expresión lo dice todo. Pinta de cuerpo entero la percepción que se tiene sobre el proceso electoral y la imagen que este imberbe postulante tiene sobre la vida política del propio Estado de Sonora y del País.
Es en ese reducto donde se están moviendo todos y cada uno de los personajes. Fue Salido Pavlovich el que, en uno de sus tantos abruptos lo dijo, pero su confesión es el reflejo de sus propios compañeros de partido y el de las otras organizaciones políticas con las que se enfrentan.
Lo mismo hace Ernesto de Lucas quien con una edad mental no acorde con su edad cronológica juega a que le amaneció un juguete que se llama democracia electoral y con ella hay que hacer lo que sea con tal de triunfar en esta competencia tan vacía de propuestas. Se vanagloria de su epíteto y lo luce y lo pasea y lo merca y lo utiliza y lo exprime como camuflaje para ocultar su insolvencia intelectual.
Así los podemos ir mencionado uno a uno: es esa generación de lerdos procreada por Eduardo Bours para desplazar a la vieja clase política que le podía hacer sombra y que se caracterizan por tener demasiadas ambiciones pero pocas, muy pocas aptitudes.
Con estas mulas tendrán que arrear su candidato máximo como los es Alfonso Elías Serrano, un aspirante que muchos de sus seguidores a veces preferirían que fuera un destacado as de la pantomima para que este don supliera a sus silvestres discursos.
Enfrente la cosa no es distinta. Son los otros partidos políticos aparentemente con principios y estatutos diferentes, con enarbolamientos de bandera contrastantes al partido tricolor, pero que a la ahora de brindarse frente al electorado, terminan por ser redundantes y se abrigan con la misma cobija que al fin y al cabo alcanza para todos.
De este modo vemos que también las baterías del PAN y el PRD están dirigidas al anaquel de la seducción no del convencimiento, palabras esas que ahora más que nunca guardan un significado tan dispar.
El Partido Acción Nacional, tan cerca ahora de ganar la gubernatura, tiene frente a si la oportunidad de demostrar con hechos que entre él y el PRI hay sobradas diferencias. No se alcanzará esta meta si continúa metido también en el marketing político y cree que bastará una sonrisa fingida, una ceja levantada y un dedo apuntado al cielo con cierta obscenidad para llevarse el triunfo.
Padres Elías no puede ya seguir bordeando sus pronunciamientos con frases de mediana ocurrencia que por elementales se fugan de inmediato de la memoria de la gente. El resto de los candidatos panistas tendrán que emularlo en esa distinción o de lo contrario pasarán a ser un producto más de este escaparate cuyas candidaturas cuelgan de los ganchos cual si fueran un par de zapatos, unos clínex, una pasta dental, un vestido de noche, un conmovedor oso de peluche.
Javier Gándara, por ejemplo, tendrá que dejar constancia plena del porque esta tan ansioso de ser presidente municipal. Eso será una vez que tienda sobre los ojos y los oídos de la gente, ideas concretas de cómo mejorar la calidad de vida de la gente hermosillense. Para muchos no nos es suficiente su simple presencia ni que se pase en un carro descubierto como lo hacia el enmascarado de plata, vestido a la usanza de una juventud que no tiene pero con tal de aparentarla por poco se viste de marinerito y eso, como candidato pensante que quiere ser, no le ayuda en nada. Tampoco le ayudará en nada si en la construcción de una plataforma de trabajo se recoge las nimiedades que suelen declarar los que fueron sus rivales, como los son Luís Serrato, Héctor Larios y Fernando Rodríguez.
En las trincheras del PRD nada triunfal se espera. El minúsculo grupo que decidió la candidatura no le apostó ni a la capacidad ni a la trayectoria ni mucho menos a la experiencia en el servicio público. Prefirió ofrendar la encomienda al folklore y a la ocurrencia, a la frase tonta pero vendible, a la política de las cañerías, es decir, a la marca y al producto, aunque la primera este muy bocabajedada y el segundo carezca de toda posibilidad de venderse ampliamente.
Este es el panorama del actual proceso electoral. Ninguna discusión de altura, ningún perfil estadista-que ocurrencia-cuando es tan fácil hacer de esto una gran mercado donde los candidatos hagan piruetas, malabares, den de saltos, sonrían y se paren de manos con tan de llamar la atención en la urnas, pero a la vez dejen claro que al fin de cuentas estos hombres y mujeres contienen para si y su presente un gran déficit de atención ciudadana que en el fondo los ignora profundamente.
Por eso le apuesta a la marca y al producto con descaro, casi orillándonos a que nos quejemos, por inservibles, no en un tribunal electoral sino no en la Procuraduría Federal del Consumidor. Aunque desgraciadamente, en estos casos, ya no pueda haber devolución.

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