viernes, 18 de septiembre de 2009

TERRORISTAS

Miguel Ángel Avilés.
avilésdivan@hotmail.com


El México contemporáneo es una gran puesta en escena. No acabamos de salir de un acto cuando ya iniciamos el otro.
Ahora tenemos que un tipo secuestró un avión y de pronto llegamos a pensar que era el banderazo de salida para la tercera guerra mundial. Así, con esa grandilocuencia, empezó a correr la noticia ese día 9 del mes 9 del año 2009.
Pero el aparato de seguridad se puso en práctica y, en una cuantas horas, todo estaba bajo control. De acuerdo a las primeras imagines y crónicas televisivas parecería indicar que algún miembro de la organización terrorista Al Qaeda o de la ETA había caído prisionero, gracias a la efectividad del gobierno Mexicano.
Ahí estaba frente a nosotros el facineroso: se nos presentaba como el mejor ejemplo para entender el Tratado Antropológico Experimental del Hombre Delincuente, escrito por el doctor Cesar Lombroso. Un tipo de gesto aterrador, horripilante, (la etapa intermedia entre el simio y el hombre como afirmaba el doctor Veronés) pero, sobre todo, con un alto grado de peligrosidad. Era Juan Molinar Horcasitas, el secretario de Comunicaciones y Transportes, quien en breve entrevista con Joaquín López Dóriga, confirmaba que un avión de Aeroméxico, vuelo 576 de la ruta Cancún-México, estaba secuestrado por tres sujetos de quienes se desconocía su nacionalidad, aunque se presumía que eran de origen sudamericano.
El suspenso nos invadía. El terror, principal propósito de estas gentes, comenzaba a expandirse por todas las regiones del planeta.
La primera demanda de los extremistas ya estaba en curso: que quieren hablar con el presidente. Esa noticia se propagó como fuego en palma seca.
Los minutos transcurrían y la zozobra se generalizaba. Sin embargo, dos horas más tarde, las fuerzas reales de Felipe Calderón, para tranquilizador respiro de nuestro país y el mundo entero, habían controlado la situación y los fanáticos rebeldes, gracias a Dios, estaban asegurados. Nos dijeron.
Media docena de saboteadores bajaban esposados de la nave. No obstante, otra vez la labor policiaca a la mexicana había metido las cuatro deteniendo a la brava a un puñado de inocentes, entre ellos a un diputado, quizá porque al interrogarlo él les dijo que era del PT y ellos, científicamente, de volada han de haber llegado a la irrefutable conclusión que dichas letras significan Puro Terrorista.
Subsanado su error, terminaron por reducir la lista de detenidos a solamente uno.
De este modo pudimos ver en pantalla a ese tipo de cuidado, de sumo riesgo para el país, con rostro bonachón como si no quebrara un plato pero, según se ha nos ha dicho hasta ahora por varios medios, con probables vínculos con el crimen organizado: se trataba de Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública, quien en conferencia de prensa detallaba el operativo para rescatar a los pasajeros que venía en el vuelo y nos informaba que el temible secuestrador del avión de Aeroméxico había sido identificado como Jósmar Flores Pereira, de origen boliviano.
Sobre la detención de por lo menos otros seis pasajeros del vuelo, García Luna explicó que esto ocurrió porque el pastor religioso había dicho que su conducta se produjo a partir de una revelación divina y que eran tres los que estaban realizando el acto. Y en efecto, así lo dijo el señor, pero en su revuelta mental se refería nada mas y nada menos que a la santísima trinidad, lo cual nos conduce a sospechar que si el secretario no es desengañado a tiempo, capaz y que gira instrucciones a sus agentes para que fueran en búsqueda del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y que a como a diera lugar se los trajeran en carácter de presentados.
Casi para terminar y como si esto fuera lo menos importante de la noticia, el intachable funcionario precisó que el secuestrador no portaba ninguna arma, ni explosivo y que lo que presentó a la azafata fue una simulación.
Por eso digo que el México contemporáneo es una gran puesta en escena. Y es que en realidad lo que ante la vista de todos se quiso exponer como la hecatombe para potenciar la supuesta efectividad de nuestras fuerzas armadas (de valor), no era sino la consecuencia de una mala, muy mala resaca de un hombre en estado de embriaguez que andaba amanecido, por decirlo así con cierta elegancia.
Y que no hay que par por alto el dato de que el avión salió de Cancún y quien conozca éste paradisiaco lugar, habrá de coincidir conmigo que es casi imposible evitar una noche de farra en tan apetecible destino turístico.
Si se trata de ser tan contundentes, como los fueron nuestros burócratas encargados de la seguridad nacional, podemos aventurarnos a decir, quien quiete y sea la verdad real, que José Marc Flores Pereira, de 44 años, de por si ya alienado por su delirio bíblico, se echó sus buenos alipuses una noche antes, sin reparar que su vuelo salía muy temprano y, con esa entonación patria, llegó al aeropuerto casi exigiendo su tequila, casi exigiendo su mezcal.
La demora de estos transportes es pan de todos los días y José Marc, con la descompensación a flor de peda, no iba a esperar hasta estar cómodamente sentado en el fuselaje para hidratar su robusto cuerpo, amén de que las líneas aéreas no se caracterizan por dar apetecibles manjares a sus viajantes.
Eso motivó que el andino, por si sí o por si no, se abasteciera con dos latas de Jumex, las cuales hasta esa mañana (quien sabe ahora), no aparecían dibujados en los señalamientos aeroportuarios como objetos que no puedan subirse abordo y por lo tanto él lo hizo.
Por eso ahora se ve en las imágenes a un José Marc muy orondo, portando estos mortales objetos en la sala de espera.
Con ellos más unos alambritos mas su fanatismo religioso, mas su cuasidemencia a cuestas, abordó a la hora indicada sin ningún contratiempo.
Pero ya arriba (y esto de “arriba” puede tener múltiples acepciones) y con una cruda en aumento nadie se está quieto, menos si hay descomunal turbulencia a miles de metros de altura.
Es muy probable -y me atrevo a decir que aquí es donde nació toda la confusión que luego la convirtieron en algo parecido a la llegada del anticristo o a la versión II del atentado al World Trade Center- que al ver que José Marc iba y venía, una de las siempre bellas azafatas, celosas guardianes del orden, le comunicó al capitán los desfiguros que andaba haciendo por todo el pasillo el amanecido y polifacético personaje.
El capitán-sujeto emisor- se comunicó a torre de control y en un muy castizo lenguaje les dijo: “me ha sido comunicado por mi asistente que un tipo, biblia en mano, trae un avión”.
Esto trajo consigo que, dando al traste con los conceptos básicos dentro de la comunicación, se empezara a jugar al ya famoso juego del teléfono descompuesto.
En torre de control, el encargado(al que por razones de método llamaremos sujeto receptor) no muy familiarizado con el lenguaje popular o muy dogmático en el intercambio comunicativo, entendió de manera literal eso de que “trae un avión” y ahí tenemos que puso en revolución a la nación entera.
En segundos todas las tropas federales habían acordonado el aeropuerto de la ciudad de México y el planeta entero tenía los ojos puestos para conocer el desenlace, mismos que de primas a primeras se temía que fuera de mortales dimensiones..
Rezos, estrategias, llamadas, rumores cruzados, vertiginosa información, medición de riesgos, resguardos de los pozos petroleros, coordinación de los tres poderes, en alerta toda la comunidad internacional, fatalidad por el famoso día 9.9.9 y los segundos se hacían minutos, y los minutos, horas.
En cuanto se tuvo el primer acercamiento con el supuesto pirata aéreo (y esto de “pirata” puede tener múltiples acepciones), de inmediato se le lanzó la pregunta de rigor en este tipo de negociación:
-¿Qué quieres?
- Un Presidente, atinó a decir un sudoroso José Marc con voz traposa.
- ¿¿un presidente??? Le reformularon los interlocutores.
-obviamente, dicen que ratifico con desesperación el andino
Y ante esa nueva confusión comunicativa, ignorantes del contexto que envolvía al trasnochado José Marc y convencidos estos de que se estaba negociando con un iracundo saudí, o con un enfermo kamikaze, trasmitieron la exigencia y enseguida se empezó a decir que los frenéticos terroristas querían hablar con Felipe Calderón Hinojosa.
Unas horas de angustia más.
Para cuando la mayoría ya orábamos por la integridad del jefe supremo de las fuerzas armadas mexicanas para que saliera con vida de esto y nos siguiera llevando por el provechoso camino que ahora nos conduce, las cadenas televisas se enlazan en vivo con quien llegamos a pensar que se trataba del terrorista de marras, pero era Juan Molinar Horcasitas, el Secretario de Comunicaciones y transportes, quien, victorioso, nos regresa la calma al anunciarnos que las fuerzas de seguridad tomaron el avión en una acción inesperada para reducir a los secuestradores y rescatar a la tripulación que permanecía en la aeronave.
El México contemporáneo es una gran puesta en escena.
Por un lado, se trasmitía en vivo y a todo color el momento en que un experto, con un traje como de apicultor de esos que laboran en los alrededores en la crianza de las abejas o como ese que usó Neil Armstrong en su arribo a la luna, desactivaba con sumo y quirúrgico cuidado un par de maletas que contenían el letal artefacto confeccionado con dos mortíferas latas de Jumex y unas radiactivas lucecitas.
Por el otro, se presentaba ante los medios de comunicación a este hombre que más que terrorista parece un líder charro del SNTE que, como ya se está viendo, por el desvanecimiento de las acusaciones o por su inimputabilidad, nada le pasará por las conductas que llevó a cabo, pero para entonces ya habrán echado a andar toda la maquinaría ministerial y judicial con los costos que esto implica.
Después de saber lo que pasó, pienso que hubiera bastado inmovilizarlo y trasladarlo al Centro de Sanciones Administrativas y de Integración Social “El Torito” para aplicarle una indolente sanción de hasta por 36 ejemplares horas. Nada más.

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