martes, 24 de febrero de 2009

EL DIVAN (En vías de obtener la Certificación ISO 9001-2000)

Miguel Ángel Avilés
avilesdivan@hotmail.com
DELINCUENTES DE PAPEL…
Para mi amigo Luís Soto.

Hay de delincuentes a delincuentes. Existen los convencionales que los verás empuñando una pistola o un puñal o una sica para atracar a un parroquiano a la vuelta de una esquina; los de cuello blanco que un día pueden llegar a gobernar un Estado o a ser Presidentes de la República y luego robarse la mitad de la partida secreta pero sobre todo la partida entera; y los que pertenecen al narcocrimen organizado los cuales se han llevado las primeras planas en los últimos años.
Pero existen otros que, poco a poco y en sigilo, han ido ganando espacios sin disparar una sola bala y, a hasta cierto punto, con escasa, muy escasa peligrosidad. Éstos son los que desde ahora llamaremos los delincuentes de papel.
Son aquéllos que, menospreciando otras herramientas para actualizar su conducta delictiva -como serían unas parcas amenazas verbales, armas de fuego o blancas o un machete o un bastón de seguridad metálico para automóvil, un elote escondido debajo de la camisa que simule una metralleta o una pistola de juguete o una AK 47- optan por un recado, escrito invariablemente a mano, donde indican la razón de su presencia: el asalto.
Estos tipos pueden considerarse como un parteagüas en la historia del crimen ya que, sin duda, han revolucionado las variantes en el modus operandis de este delito.
Para empezar, dada su probada alfabetización por medio del texto de marras, a ellos no los podemos considerar tan fácilmente como unos vulgares ladrones. Claro, partiendo de que son ellos mismos quienes redactan el papelucho.
He aquí lo interesante. Para empezar, déjenme decirles que en el derecho penal existe la figura denominada Iter Criminis, una locución latina que significa camino del delito y que se refiere al proceso de desarrollo del delito, o sea, a las etapas que posee, desde el momento en que se idea la comisión de un delito hasta que se consuma.
Entendido este breviario criminológico, no queda más que reconocer que la ejecución de este delito que hoy nos ocupa, no es tan sencilla como parece y que, por el contrario, el sujeto activo tiene frente a sí un gran reto pues sobre todo debe resolver un serio problema retórico que incluye lo dialectal y lo lingüístico.
Entonces debe reflexionar y decidir en torno a los siguientes factores: el objetivo, la idea o mensaje, el lector o destinatario, el género literario y las secuencias textuales.
En otro marco, atendiendo a los especialistas en Lingüística Textual, la disciplina encargada de este asunto del proceso de escritura, éstos nos dirían que el problema retórico entraña la solución de aspectos tales como: la adecuación del texto, la coherencia, la cohesión y la forma del mensaje.
Ese el gran desafío de estos peculiares malhechores.
Para entendernos mejor, tomemos como ejemplo la siguiente nota fechada en Hermosillo: “Ocho asaltos cometidos en menos de dos meses sin utilizar algún tipo de arma, sólo una nota con mensaje amenazante, le atribuye la Policía Estatal Investigadora a un joven conocido como “El Pitufo”. Al momento de su detención, “El Pitufo” llevaba entre sus pertenencias al menos tres notas escritas en papel que decían: “Todo el dinero si gritas te mueres” y al parecer se disponía a cometer otro atraco.”
O esta otra fechada en Matamoros Tamaulipas:”Sin ningún problema un solitario sujeto asalto de nueva cuenta un banco donde vaciara la caja número tres tras de entregarle un papelito a la cajera donde le decía, “esto es un asalto, entrégueme el dinero o empiezo a disparar”.
“Las autoridades policíacas ya cuentan con la fotografía del asaltabancos que utiliza la sicología para cometer los atracos, pues es “cliente” de esta Institución a la cual ya la ha asaltado en tres ocasiones utilizando el mismo patrón, pues llega con el papelito y se lo cambia por dinero, acudiendo a la misma caja”.
O esta última ocurrida recientemente en esta ciudad de Hermosillo:
“Terror sicológico utilizó como arma un solitario ladrón para cometer el sexto asalto bancario del año en Hermosillo, en esta ocasión en una sucursal Banorte de la colonia Balderrama, la cual ya había sido atracada en mayo de 2008.“Esto es un asalto, traigo una bomba, entregue todo el dinero”, supuestamente decía la nota escrita en papel con la que el delincuente atemorizó a la responsable de la caja número 3 para despojarla del dinero.”
Aunque “El Pitufo” no corrió con la misma suerte que “El solitario sujeto” y “El Solitario Ladrón” los tres vivieron el mismo dilema a la ahora de darle el banderazo de salida a su Iter criminis.
Supongamos que los tres ya decidieron incursionar en esta empresa y supongamos además que ya eligieron el lugar que habrán de asaltar. Todo estuviera bien si ahí parara la cosa.
Pero no, señores. Una noche antes estos jóvenes habrán de recluirse en su soledad para arrastrar la pluma y escribir el enunciado que mas efectivo sea para sus pretensiones.
“El Pitufo” o “El Solitario Sujeto” o “ El Solitario Ladrón” debieron de pasar un largo rato hasta dejar insuperable ese texto que sería la piedra angular de su modus operandi: El “Todo el dinero si gritas te mueres” del primero o el “esto es un asalto, entrégueme el dinero o empiezo a disparar” del segundo o el “Esto es un asalto, traigo una bomba, entregue todo el dinero”, me quiero imaginar que no son más que el resultado de varias horas de ensayo y otras tantas hojas aventadas echasbolita al cesto de la basura.
El trío de oraciones, ya vistas a toro pasado, pueden ser excelsas o pueden ser perfectibles, según se vea.
En esos recipientes de la basura pudieron haber quedado papelitos en los que pudo haber dicho: “El dinero cabrona”, (sin puntuación) pero es muy lacónico y confuso. O éste: “Echa pa´cá lo que tengas a´í abajo” pero es muy ambiguo pero sobre todo alburero”.O bien, otro donde dijera: “Dame todo el dinero que tengas junto a ti producto de alguna inversión o depósito o de lo contrario, aquí mismo saco mi arma de uso exclusivo del ejercito nacional y te mato”, pero, por un parte, es mucho pedir para el nivel educativo del “Pitufo” o “El Solitario Sujeto” o “El Solitario Ladrón” y, por otra, de aquí a que fuera leído por la destinataria, ya los habrían apañado a los tres.
Como quiera que sea, los textos que ellos eligieron fueron infalibles pues consiguieron su propósito. Recordemos que al “Pitufo” lo agarron hasta la octava vez que hacia eso y todavía le encontraron dentro de sus pertenencias sendas notas que, como parque, pretendía utilizar seguramente en sus próximos ataques, mientras que al “Solitario Sujeto” y al “Solitario Ladrón” todavía es hora que no los detienen y lo mas es probable es que estén por ahí en el rincón de su cuarto bajo la penumbra de una lámpara cual si fueran dos Sor Juanas, escribiendo los textos más temibles que habrán de utilizar en sus siguientes y epistolares correrías.
Ante tal impunidad, todo esto puede resultar muy atractivo para otros potenciales delincuentes que, comodinos, sólo están esperando cualquier innovación en la industria delincuencial para ponerlas en práctica.
No dude usted que muchos ya están pensando en guardar sus metralletas, regalar sus granadas, despedir a sus sicarios, separarse de sus cómplices e irse prestos tienda por tienda como Benito Canales a comprar tinta y papel e incursionar en esta variante de la criminalidad.
Sin embargo, debemos advertir que por más fácil que parezca esto, como todo, también tiene sus bemoles y si no se cuidan algunos factores las cosas pueden salir muy, pero muy mal.
Si bien al “Pitufo” al “Solitario Sujeto” y al “Solitario Ladrón” todo les salió a pedir de boca fue porque las condiciones se prestaron.
Pero ¿qué pasaría si al momento de entregar el aterrador papelito, la víctima-regularmente una inocente cajera-no le entiende ni madres a la letra? O ¿Qué tal si la susodicha resulta que tiene un problema de miopía y de pronto no alcanza a descifrar tan aterrador mensaje? Lo más probable es que ésta le pida auxilio a su más cercano compañero o al vigilante mismo y éste a otro y a otro, con la consabida pérdida de esos segundos que son vitales para la causa, momento en el cual al sujeto activo deberá aprovechar para poner pies en polvorosa, si no quiere verse linchado por todo el personal, claro, si es que alcanzan a entender a tiempo su papírica herramienta de trabajo.
Por eso creo que esta paradigmática forma de asaltar, si bien ha rejuvenecido al rostro canallesco al cual nos tenían acostumbrados los otros tipos de rufianes que les daba por llegar a la ventanilla encañonando gente así nomás porque sí, también es cierto que muy pronto tendrá que echar mano de su máximo ingenio y de un gran equipo de colaboradores para que esta pacifista forma de adueñarse de lo ajeno, no sea flor de un día y en el futuro sólo la recordemos con nostalgia.
De acuerdo a las crónicas de los diarios, aparentemente “El Pitufo” y obviamente tanto el “Solitario Sujeto” como el “Solitario Ladrón” no acarreaban tras de sí a cómplice alguno; no obstante, y en la medida que su negocio crezca como una lógica expansionista del mercado, o como una empresa en vías de crecimiento tendrán necesariamente que transformar su organización.
Como hemos visto, sus operaciones son complejas y requieren conocimientos especializados, estructuras gerenciales formales y la utilización de herramientas de dirección sofisticadas. De seguir con esta tendencia, su dimensión les permitirá tener los recursos humanos y técnicos necesarios para operar eficazmente.
Si la seguridad pública está tan endeble y estos innovadores de la criminalidad siguen dando fuertes golpes, pronto no se darán a basto ellos solos por lo que necesariamente deben pasar por una compleja metamorfosis gerencial que les permita superar la transición del pequeño emprendimiento empresarial a la formalidad y sofisticación de la gran empresa.
Tomemos en cuenta que estos tipos han sido unos milusos que se ven obligados a ubicar a la víctima, planear la logística, redactar los mortales papelitos, portarlo en la bolsa, ir hacia el blanco escogido, llevar a cabo el asalto (esto incluye mostrar con fiereza el texto, esperar a que lo lean, que lo entiendan, luego que la destinataria se amedrente y al final que entregue las talegas de dinero), vivir una eventual persecución y gozar de las mieles del botín.
Todo lo anterior implica riesgos, muchos riesgos.
En cambio si tanto “El Pitufo”, como “El Solitario Sujeto” y “El Solitario Ladrón” se deciden a incorporar progresivamente el talento necesario para manejarla, sin duda, que facilicitará la persecución de los objetivos y planes de la empresa.
Por principio de cuenta y a fin de prevenir reveses o infortunios con atrabancados galimatías, se me ocurre que pudieran contratar antes que nada a un corrector de estilo que les pula, sin excepción alguna, absolutamente todos los manifiestos o escritos que vayan a ser utilizados en una ventanilla. Será el encargado de leer y releer cada párrafo para corregir errores. No sólo debe controlar las faltas de ortografía sino también la sintaxis y la semántica de cada oración, es decir asegurar que esté correctamente construida y que, ante todo, se entienda la idea que como castrense orden, adviértase amenaza, se quiere transmitir.
Asimismo, y conforme pase el tiempo, los hasta ahora solitarios sujetos tendrán que aplicarse nada más en tareas gerenciales por lo que no podrán solos con el paquete principal y se verán en la necesidad de delegar tareas; eso obligará a contratar a un escriba o un amanuense que, bajo la supervisión de los para entonces, emuladores de “El Pitufo”, “El Solitario Sujeto” y “El Solitario Ladrón”, como maquilas estarán encargados de hacer las notitas invariablemente a mano, tantas veces sea necesario y tantas ocasiones lo exija la demanda de sucursales bancarias potencialmente asaltables.
Por otra parte y pensando que esta organización criminal en cierne, al paso que va, muy pronto trascenderá fronteras, debe ir pensando en hacerse de los servicios de un políglota que coadyuve en la traducción de los textos que vaya haciendo el escriba y vaya puliendo el corrector de estilo.
Esto no es una inversión inútil, pues dicho hombre, versado en una ristra de idiomas resultará de mucha valía cuando por ejemplo, ya internacionalizados, se quiera asaltar una sucursal norteamericana o una china.
En esos lugares no se puede ir a improvisar y salir con un papelito casero y, para estas alturas tercermundistas, de “Esto es un asalto”. Tampoco se puede caer en la estúpida trampa de querer apantallar con aparente manejo de esos idiomas y recurrir a la fofa, parodiada invención de un habla utilizada a lo mucho en las películas de dudosa calidad.
Es decir, no se puede llegar a la ventanilla de un banco gabacho amedrentando con una ridícula hojita que diga: “usted entregarme toduo su Money o de lo countrario, este será The End de su vida.”
Tampoco se puede llegar a una, de seguro, blindada unidad crediticia de China y a través de un arrugado papel, espetar: “Quielo tolo el dinelo o aholita se muelen.”
Para evitar estos chascos, es menester contratar cuanto antes tanto al escriba, al corrector de estilo como al políglota, cuando menos.
Ahora bien y a efecto de dejar huella que un día pueda descollar en la leyenda y no verse sepultado por el anonimato, se sugiere contratar por honorarios a un diseñador que se encargará de hacer un logo el cual, llegado el momento, se habrá de rotular en los papelitos, de tal suerte, que como lo hizo El Zorro o un insigne personaje de esos, el mundo entero sepa que en ese lugar se hizo presente el que alguna vez, con sutil discriminación, fue identificado simple, llana y despectivamente como “El Pitufo” o “El Solitario Sujeto” O “El “Solitario Ladrón”
Llegada la ocasión, y si para entonces nuestros representantes populares no han aprobado, según ellos como medida preventiva, una ley que restrinja el uso de tinta y papel en los establecimientos abiertos al público , creo que también será conveniente hacerse de los servicio de un perito calígrafo grafoscopio, para que el día que aprehendan a uno de estos hombres y quieran tallarles en la cara uno de esos escritos como prueba irrefutable del cuerpo del delito, aquel dictamine a favor de los detenidos, sin temor a equivocarse, que en ninguno de los casos es su letra…

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